Un lápiz

Por diez centavos lo compré en la esquina

y vendiómelo un ángel desgarbado;

cuando a sacarle punta lo ponía

lo vi como un cañón pequeño y fuerte.

 

Saltó la mina que estallaba ideas

y otra vez despuntolo el ángel triste.

Salí con él y un rostro de alto bronce

lo arrió de mi memoria. Distraída

 

lo eché en el bolso entre pañuelos, cartas,

resecas flores, tubos colorantes,

billetes, papeletas y turrones.

 

Iba hacia no sé dónde y con violencia

me alzó cualquier vehículo, y golpeando

iba mi bolso con su bomba adentro.